divendres, 2 de gener del 2009

La crisi: crim o càstig?

Lo que no se dice de la crisis
Rafael Poch | 16/12/2008 - 17:47 horas


Una tertulia en la "Akademie der Künste" de Berlín

Velada de debate sobre la crisis en la "Akademie der Künste" de Berlín. En la nueva y bonita sede de esta institución, junto a la puerta de Brandenburgo, se habla de la responsabilidad de los medios de comunicación. Público de clase media, o clase media alta, de edad madura. Los ponentes son el periodista liberal suizo Frank Meyer, y el cineasta Andreas Veiel, uno de los documentalistas alemanes más notables del momento. El Presidente de la Academia, Klaus Staeck, un diseñador gráfico socialdemócrata, es el moderador. Se habla del crack del neoliberalismo, con fuerte espíritu crítico.

Un "fallo anónimo del sistema"

La fe neoliberal arruinó Rusia y al mundo en desarrollo, desde África a América Latina. Hizo más desiguales e injustas a todas las sociedades, incluidas las sociedades occidentales más prósperas. Elevó el robo a gran escala más descarado a la categoría de virtud. Ahora las consecuencias del derrumbe van a afectar, sobre todo, a los pobres. "Los tres mil millones de pobres del mundo serán los primeros afectados, porque de repente sus ingresos y su alimentación se han vuelto más inciertos", dice el Premio Nobel bengalí e inventor de los micro créditos, Muhammad Yunus, en una entrevista a la revista berlinesa "Cícero". Este es el enorme asunto del que aquí se habla. Y el periodista Meyer cita el diagnóstico de la situación que propone Hans-Werner Sinn, el Presidente del Instituto Alemán de Investigaciones Económicas. Sinn habla de un "fallo anónimo del sistema". "…Y se quedan tan anchos", dice el periodista.

Richard Fuld, el presidente de "Lehmann Brothers", ganó 500 millones de dólares en los últimos ocho años. En 2007, los "brokers" y "managers" de Wall Street recibieron varios miles de millones de dólares en bonificaciones de Navidad, más dinero que todo el empleado en ayuda a África, explica Veiel, que no recuerda la cifra concreta.

El "Kreditanstalt fur Wiederaufbau" (KfW) colocó 300 millones de euros en "Lehmann Brothers". ¿Alguien le va a pedir cuentas? El banco público BayernLB, que fue el primero en acudir al fondo del Gobierno alemán para apoyar al sector financiero a finales de octubre, recibirá una inyección de capital y garantías por valor de más de 30.000 millones de euros. El BayernLB es propiedad de dos de las cajas más grandes del país, las Cajas de Ahorro bávaras y del Estado de Baviera, con un 50%, respectivamente. El presidente de Baviera, el cristianodemócrata Horst Seehofer, y el gobierno de Baviera, tiene, entonces, algo que ver con los desastres financieros, incluidas las muy dudosas inversiones en EE.UU., de ese banco. Pero Seehofer dice que no tiene ninguna responsabilidad "personal" en lo sucedido. La culpa, dice, es del "sistema". De nuevo, "un fallo anónimo del sistema".

Tendría mucha más razón el ladrón que achacara su conducta a los "malos ejemplos" recibidos en el degradado barrio de su infancia, o a su desestructurada familia. Pero estos banqueros no salen precisamente de una novela de Dickens, y carecen por completo del atenuante social que puede esgrimir el vulgar ratero. Hasta el propio presidente alemán, Horst Köhler, un ex banquero, admite que ya no puede fiarse de los banqueros…

Latín

"A mediados de los ochenta la prensa adoptó el neoliberalismo como dogma de fe, sin la menor consideración critica", dice Klaus Staeck. "De repente el informe bursátil se integró en las noticias con el mismo rango que el parte meteorológico", recuerda. Junto con ello se adoptó un nuevo idioma. Ya no había trabajadores y empresarios, sino "agentes sociales". Un idioma en el que trabajadores y empleados se convertían en "recursos humanos", y donde al despido libre, los salarios basura y a la explotación, se les llamaba "desmantelar la rigidez del mercado de trabajo", o "flexibilidad del mercado de trabajo", o "aligerar los costes en recursos humanos". Al mismo tiempo se hablaba de "economía real", lo que daba a entender que todos aquellos juegos malabares con acciones y valores eran algo irreal y ficticio. Este nuevo latín ha sido el vehículo de expresión de la religión neoliberal.

"El neoliberalismo es una ideología totalitaria, fundamentalmente peligrosa para la democracia. La idea de que la "mano invisible" del mercado todo lo decide y lo pone en su sitio es, además de religiosa, una idea estúpida", dice Meyer. El papel de esa religión y de ese nuevo idioma fue hacer pasar por última tendencia de la racionalidad económica, los presupuestos tradicionales del pensamiento conservador. Lo que habría sido imposible de vender, se vendió por el procedimiento de envolverlo en un nuevo latín, incomprensible para la gente común. La economía quedó fuera por completo de la comprensión de la población. Sin la colaboración de los periodistas, esta religión no se habría instalado. La propagación, fuera de Estados Unidos y de Inglaterra, del "periodismo económico", entendido como crónica de la especulación financiera en latín, fue otro producto de los años ochenta. Sin toda esta previa ceremonia de la confusión, lo ocurrido no habría sido posible, opina Meyer.

"Cuando vemos la actual pasividad de la gente, ese "no podemos hacer nada", ese sentimiento general de impotencia… eso es también una consecuencia del lenguaje: nosotros, periodistas, la gente de los medios de comunicación, no hemos proporcionado al público el lenguaje con el que hoy podría defenderse", dice. "¿Acaso hay censura?", pregunta el moderador Staeck, rozando la línea roja de la incorrección. "No es que te despidan si escribes lo que no toca, pero hay unos marcos, que todo el mundo conoce y de los que no se sale, un terreno de juego consentido", responde Veiel. Y Meyer se rebela: "La prensa es muy poderosa, los periodistas podrían por lo menos probar si son libres. La libertad hay que tomársela, ¿somos súbditos o ciudadanos?". El público aplaude.

Una enfermedad más general

"¿Por qué no hay una investigación parlamentaria sobre todo lo que ha pasado?", se pregunta Andreas Veiel. "No tenemos presiones en ese sentido, ni de parte de la prensa, ni de parte de la clase política, hablamos de estas cosas, expresamos nuestra rabia, pero sin consecuencias, hablamos contra un muro", dice el cineasta.

La Canciller Angela Merkel ha dicho que "el gobierno se encargará de pedir responsabilidades a aquellos que han hecho negocios irresponsables". Pero no es el gobierno el que debería actuar: en un estado de derecho el poder judicial debería ser el encargado, pero resulta que ante este "delito capital" cometido por el Capital, la justicia es impotente.

Un sistema en el que la ciudadanía no tiene el más mínimo control sobre las funciones, opciones y políticas económicas más básicas, significa que la democracia también está en crisis, junto con las finanzas. Una justicia ante la que sólo son responsables la gente de clase baja o media, y no los magnates financieros, que sólo afecta a los pequeños ladrones y no a los grandes especuladores, no es creíble. Si el sistema penal no puede castigar a los fulleros e irresponsables que construyeron las pirámides del capitalismo de casino y que han esfumado billones de euros, cuya desaparición va a repercutir ahora en millones de personas, bajo la forma de peores servicios, peor educación, peor sanidad, desempleo y estrecheces y sufrimientos varios, quiere decir que hay una crisis también del sistema penal, dice Heribert Prantl, el brillante columnista del "Süddeutsche Zeitung".

Una política económica que consiente las pirámides financieras de Wall Street o las pirámides inmobiliarias españolas, está enferma. Un gobierno autonómico que es incapaz de detener la enfermedad constructora, la quimera de las "infraestructuras" y de los polígonos industriales en cualquier municipio rural, sea en Baviera (donde eso no ocurre) o en Catalunya, es que no gobierna, sino que se deja llevar por la corriente y es gobernado por los poderes fácticos del ladrillo y el dinero fácil.

Un estado que no es capaz de gobernar esta situación, una clase política y unos medios de comunicación que ni siquiera son capaces de diagnosticar lo que está pasando -y lo que pasará-, una sociedad sin recursos ni vigor civil para protestar y exigir justicia y responsabilidad por estas cosas, todo eso, también forma parte de la crisis. "Un capitalismo destructivo tiene consecuencias destructivas sobre la democracia", resume Prantl. Ya antes de la crisis la democracia era una caricatura de lo que etimológicamente contiene: poder del pueblo. El neoliberalismo ahora en crisis la ha convertido en la caricatura de una caricatura.