dissabte, 13 d’agost del 2011

Operació Barbarroja: entrevista a l'historiador Wolfram Wette


Operación Barbarroja: invasión alemana de la URSS

Está considerado el mayor exceso de violencia de la historia moderna: el ataque alemán a la Unión Soviética, hace 70 años, que supuso inconmensurable dolor para millones de seres humanos.





Deutsche Welle: ¿Cuál fue el objetivo del plan militar llamado “Operación Barbarroja”, que comenzó el 22 de junio de 1941? 

Wolfram Wette: El objetivo era conquistar la Unión Soviética, diezmar a la población, explotar el país y – en un futuro más lejano- colonizarlo. Es decir que se trató de una guerra que tenía que ver con la conquista de “espacio vital”, como la llamó Hitler, en el Este de Europa. La intención era colonizar la Unión Soviética hasta los Montes Urales, para crear un “Gran Imperio Alemán” autárquico y a prueba de bloqueos económicos, desde el Océano Atlántico hasta los Urales.

¿Se trató también de una campaña de aniquilación de trasfondo racista? Ese es un elemento inmanente a la guerra contra la URSS. Hitler estaba firmemente convencido de que Rusia estaba dominada por la ideología judeo-bolchevique. Y de que sólo era posible conquistar ese espacio y utilizarlo para los fines nazis si se asesinaba a esa capa social dirigente. Todo se planeó sobre la base de un discurso que pronunció Hitler el 30 de marzo de 1941 frente a 250 generales. Allí, Hitler dijo claramente que se trataba de una guerra de aniquilamiento en la que no iba a haber prisioneros. Hitler dijo que el soldado ruso no debía ser visto como un camarada para el que valía el derecho internacional de guerra. En la práctica, esto dio por resultado que de los 5,7 millones de soldados del Ejército Rojo que habían sido tomados prisioneros, más de 3 millones murieron en campos de prisioneros alemanes.




¿Hubo protestas, se produjo algún tipo de advertencia de parte de las élites militares acerca de la invasión? Hubo protestas aisladas, y algunos apologistas de la Wehrmacht dicen que, a través de ellas, la Wehrmacht demostró su oposición a las intenciones criminales de Hitler. Pero si se observa mejor, se ve que esas protestas parciales de parte del jefe del Comando Superior de la Wehrmacht, el general Keitel, fueron borradas de un plumazo. Y que tampoco tuvieron ninguna importancia para el transcurso, el planeamiento y la puesta en marcha de la guerra contra la URSS. Los generales no protestaron unificadamente contra las ideas de aniquilación de Hitler y se convirtieron así en defensores del brutal programa racista de eliminación que acompañó a la invasión militar. Y son responsables absolutos de todo lo que sucedió a causa de las órdenes que siguieron al discurso de Hitler del 30 de marzo de 1941.

Al principio, la Wehrmachti obtuvo éxitos rápidos en los países bálticos y también en Bielorrusia. Los nazis tenían presente la guerra relámpago contra Francia, que terminó muy pronto en 1940. Y entonces se imaginaban poder llevar a cabo una invasión similar en la Unión Soviética con ayuda de los veloces tanques con los que contaban. Se pensaba que Rusia era un enorme territorio, pero, al mismo tiempo, un coloso de arcilla que se derrumbaría ante la primera arremetida alemana. De hecho, las primeras semanas de la guerra avanzaron con mucha rapidez. Los países bálticos fueron invadidos en pocas semanas. Y ya estaban llegando a Bielorrusia y a Ucrania. Pero en invierno, a partir de diciembre de 1941, ya no pudieron seguir avanzando sobre Moscú. El giro de 180 grados que se produjo en Moscú debería haberles dejado en claro a los alemanes que habían emprendido algo cuyo desenlace era absolutamente incierto. Tal vez alguien, al ver lo que pasaba, recordó de pronto lo que le había sucedido a Napoleón cuando fracasó en Rusia con su gran ejército y debió regresar con pocos soldados a Francia. 



La guerra contra la URSS le costó la vida a millones de personas. Tres millones de soldados alemanes marcharon en aquel 22 de junio de 1941 atravesando las fronteras rusas, y casi tres millones de ellos no volvieron de esa guerra. Pero Rusia perdió diez veces más vidas, cerca de 27 millones, de las cuales 10 millones eran soldados del Ejército Rojo, más de tres millones prisioneros rusos, y, además, los alemanes asesinaron sistemáticamente a tres millones de judíos rusos. Y todavía queda un resto de seis a 10 millones de civiles soviéticos sobre cuyo destino no se sabe casi nada hasta el momento, a causa de la falta de investigación histórica, tanto en Alemania como en Rusia, quienes murieron debido a los métodos de aniquilación masiva de los alemanes, como dejar morir de hambre a la población civil, hasta destruir totalmente pueblos y ciudades por medio del fuego, además de otras muchas crueldades. En Alemania debería recordarse más a menudo que Rusia tuvo casi el doble de muertes de civiles, ya que, de lo contrario, se produce un desequilibrio total en cuanto al número de víctimas.





Incluso décadas después de que finalizara la II Guerra Mundial, en Alemania se intentó minimizar y hasta ocultar la responsabilidad que tiene este país por estos hechos terribles. ¿Por qué no se tematizó la invasión a la Unión Soviética durante tanto tiempo? Luego de 1945, la élite de la Wehrmacht creó de manera sistemática la leyenda de un ejército alemán que se había mantenido limpio de culpa, con lo cual trasladó la culpa por los crímenes cometidos en el Este de Europa a las SS. Se decía que las SS nazis fueron las que hicieron el trabajo sucio y que el Ejército había llevado a cabo una guerra conforme al derecho internacional. Esa leyenda de la no culpabilidad del Ejército fue aceptada con gusto por todos los que sirvieron a esa fuerza. Incluso el soldado raso decía: “Yo luché para un ejército limpio, no para un grupo criminal”. Y así se produjo un descargo de conciencia colectivo, una exculpación, a lo largo de décadas. Y pasó mucho tiempo hasta que la investigación histórica en Alemania logró de a poco acabar con esa leyenda. Los historiadores críticos de la Oficina de Investigación de la Historia Militar de Friburgo fueron, no en último término, quienes los que lo lograron. Pero esas obras de tono científico no encontraron un eco inmediato en el seno de la sociedad, tampoco en el sector interesado en la historia y la política. No fue sino a partir de 1995 que se produjo un debate importantísimo sobre el tema en la sociedad alemana gracias a la exposición “Crímenes del Ejército alemán – Guerra de aniquilación entre 1941 y 1944" en ciudades alemanas. Esa fue la primera vez que se mostró claramente el carácter verdadero de esa guerra.

¿Se puede decir hoy que la guerra contra la Unión Soviética ya ocupa un lugar en la conciencia colectiva de los alemanes? Yo diría que la guerra alemana contra la Unión Soviética ocupa, entretanto, un lugar en la conciencia histórico-política de los alemanes, al menos, en la de los que es importante que la tengan. Pienso que la investigación histórica alemana ha hecho mucho al respecto, y también los medios, al transmitirla adecuadamente. Asimismo, las exposiciones tienen un rol significativo. En general, se ha producido un proceso de aprendizaje en la conciencia de la sociedad alemana que se ve positivamente en el extranjero. Hemos llevado a cabo una tarea cultural de la que podemos estar satisfechos.



 
¿Y cómo se ve esto desde el lado ruso? Se ve de otra manera, naturalmente. La Unión Soviética fue una de las potencias victoriosas de la II Guerra Mundial. En tiempos de la capitulación alemana, Stalin era muy apreciado por los pueblos de la URSS y se lo consideraba el responsable de la movilización del país, lo que condujo finalmente al éxito. Todo lo positivo se concentraba en la persona de Stalin, lo que tuvo como consecuencia que los crímenes cometidos por el régimen estalinista se ocultaran. La victoria de la Unión Soviética era, en esa época, lo que logró unificarla, más que ningún otro factor, y le dio la posibilidad de ser durante medio siglo una potencia mundial. Es por eso que el ataque alemán, considerado a largo plazo, fue más bien un factor de estabilidad para la hegemonía comunista. Y, en realidad, lo que se pretendía con la invasión era acabar con el dominio comunista. Es sorprendente ver que los rusos de hoy casi no sienten aversión por los alemanes. Nadie considera al otro como enemigo ni lo odia. Los alemanes no podrían desear ni esperar algo mejor. En Rusia también se ha llevado a cabo un gran proceso de concientización a lo largo de los años.

Entrevista: Cornelia Rabitz (Cristina Papaleo)

Editor: Pablo Kummetz

DW-World 22/06/2011