TRES SUICIDIOS
Por Roy Medvedev
Cada Agosto, Rusia recuerda una de las páginas más trágicas de su historia: el golpe que dio el Comité Estatal para la Emergencia del Estado, (GKChP). A once años de distancia se puede tener una visión más imparcial de esos acontecimientos, de sus ejecutores y de sus víctimas. Como máximo, esas muertes hoy nos despiertan un sentimiento de compasión y lamento.
Por Roy Medvedev
Cada Agosto, Rusia recuerda una de las páginas más trágicas de su historia: el golpe que dio el Comité Estatal para la Emergencia del Estado, (GKChP). A once años de distancia se puede tener una visión más imparcial de esos acontecimientos, de sus ejecutores y de sus víctimas. Como máximo, esas muertes hoy nos despiertan un sentimiento de compasión y lamento.
"Puse demasiada confianza en el pueblo"
Boris Pugo había sido nombrado Ministro Soviético del Interior en diciembre de 1990, a los 53 años. Poco después, recibía el grado de coronel general. Con esos nombramientos, Mijail Gorbachov hacía saber a todo el mundo que de Pugo le interesaban tanto sus capacidades personales y ejecutivas como su origen letón. Antes de hacerse cargo de la oficina principal del Ministerio del Interior, Pugo había presidido la Comisión Central de Control del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) por tres años. Previamente, había sido el primer secretario del Comité Central del Partido Comunista de Letonia, y antes aún había sido el director de la KGB letona.
Me encontré con él en el verano de 1989, cuando me habían confiado la presidencia de una comisión investigadora sobre corrupción del Congreso de Diputados del Pueblo de la URSS. Pugo parecía un hombre extremadamente bien organizado y decente, pero algo suspicaz o hipersensible ante los intentos -reales o imaginarios- de disminuir el papel de las organizaciones partidarias que representaba.
En esos tiempos, pocos temían las sanciones del Partido Comunista, y ni siquiera la expulsión del Partido inspiraba temores. Los medios atacaban a los “partidócratas” con más vigor, incluso, que a los “tontos generales”. Pugo era, ante todo, un funcionario de la Liga Juvenil Comunista y del Partido Comunista, y no se distinguió especialmente como Ministro del Interior o como jefe de la KGB.
En 1991, el curso de los acontecimientos llevaba inexorablemente a gente como Pugo a la protesta y la oposición. Entre otras cosas, esto quedaba claro a partir de sus raras presentaciones en el Soviet Supremo. A principios de Agosto, el Ministro del Interior se tomó unas vacaciones en un balneario sanitario de Crimea. El 18 de Agosto por la mañana se lo podía ver en la playa del Mar Negro, pero al anochecer del mismo día volvió a Moscú y se unió al GKChP sin la menor duda, aún cuando no era una de sus figuras principales. El 21 de Agosto por la tarde, ya se había vuelto obvio que el plan del GKChP había fracasado, y la Oficina del Fiscal General de la Federación Rusa anunciaba que acusaría a todos los miembros del GKChP.
Cuando llegó a su casa, esa noche, Pugo descubrió que todos los teléfonos internos del máximo nivel de gobierno estaban cortados. Subió con su mujer Valentina las escaleras que llevaban al departamento de su hijo Vadim, un ingeniero cuya familia vivía en el mismo edificio, en el piso de arriba. Tuvieron una triste conversación: En efecto, Pugo, estaba diciéndole adiós a su hijo y su nuera, pero en ese momento de lo que se hablaba era de su inevitable arresto. Sin embargo, y antes de esto, Valentina le había preguntado a su marido dónde, exactamente, había escondido las armas en el departamento, ya que no podría vivir un minuto después de la muerte de Boris.
Nadie sabe de qué habló la pareja esa noche. Por la mañana del 22 de Agosto, a las 9:00, Boris Pugo llamó a sus reemplazantes en el Ministerio del Interior, para saber cómo les estaba yendo. Ante la pregunta sobre si el ministro se presentaría a la oficina ese día, contestó con otra pregunta: “¿Y para qué?” Al fin de la convesación, les pidió que enviaran sus mejores saludos al Gral. Boris Gromov, su segundo. Poco tiempo después, Pugo recibió una llamada, por la misma línea, de los servicios de inteligencia rusos: “¿Podríamos encontrarnos con usted?" Victor Barannikov y Victor Yerin, generales del círculo íntimo de Boris Yeltsin, lo estaban buscando. “Vengan a casa”, dijo Pugo.
Cuando llegaron, un hombre mayor abrió la puerta; era el suegro de Pugo. “Ha sucedido algo terrible”, dijo. "Pasen." El ministro estaba tendido en la cama, y manaba sangre de su sien. Su esposa estaba sentada en el piso, junto a la otra cama. Tenía también una herida en la cabeza, pero seguía viva y murió en el hospital sin recuperar la conciencia. Ambos habían dejado notas antes de suicidarse. "Puse demasiada confianza en el pueblo," había escrito él. "Viví toda mi vida honestamente." Valentina Pugo fue más lacónica aún: "No quiero vivir más. No nos condenen. Cuiden al abuelo. Madre." La investigación concluyó que había sido un suicidio. El funeral de los Pugo tuvo lugar en Moscú, dos días después, casi desapercibido.
La muerte de un mariscal
El sábado 25 de agosto, día del entierro de Pugo y su esposa, el Mariscal Sergei Ajromeev (o Akhromeyev), de 68 años, héroe de la Unión Soviética y consejero militar del presidente del Soviet, se suicidaba en su oficina de la Unidad 1 del Kremlin, en Moscú. No tenía armas a mano, pero no podía ni quería esperar. Se colgó con una soga de cortinados, de náilon, uno de cuyos extremos había atado a un enorme abridor, de cobre, en el marco de un ventanal.
Era sábado, por lo cual no había ningún secretario en el cuarto de recepción de la oficina del mariscal, y su cuerpo fue descubierto bien entrada la noche, cuando un oficial de la oficina del comandante del Kremlin ejecutaba un recorrido de inspección por las instalaciones que tenía a su cargo. Se dio inmediata intervención a investigadores de la Oficina del Fiscal Militar, que llegaron con una cámara de video. Se cerraron todas las cajas fuertes.
Había seis notas manuscritas sobre el escritorio del mariscal: dos para su familia, una conteniendo un pedido de que se abonara su deuda con el bar del Kremlin (el dinero estaba al lado). En otra nota explicaba el motivo de sus actos. "No puedo seguir viviendo mientras muere mi Madre Patria, y mientras todo aquello que yo creía el único objetivo de mi existencia es destruído. Mi edad me da tanto derecho a irme como toda mi existencia. Luché hasta el final."
Ajromeev no era miembro del GKChP. No se había enterado de su creación hasta la mañana del 19 de Agosto, cuando estaba de vacaciones, con su mujer y sus hijos, en Sochi (Nota del Traductor: el mismo balneario donde estaba Trotsky, el día del funeral de Lenin, reponiéndose de una enfermedad: su ausencia en Moscú fue luego utilizada por Stalin para iniciar su imparable escalada al poder absoluto en la aún consternada República de los Concejos Obreros y Campesinos). Pero él decidió retornar a Moscú, dejando a su familia en el balneario.
El 19 de agosto por la noche, el mariscal estaba en el Kremlin, donde se encontró, a las 10, con el vicepesidente Guennadi Yanayev. Ajromeev ofreció su apoyo al llamamiento del GKChP y su disposición a colaborar. Pasó la noche en su dacha (casa de campo), donde vivían su hija menor y su familia. Trabajó todo el 20 de agosto en el Kremlin y en el Ministerio de Defensa, recogiendo información sobre la situación político-militar del país.
Durmió en una colchoneta en su oficina. Telefoneó a su mujer y sus hijas desde su despacho. El 22 de agosto ya estaba claro que el GKChP había fracasado, pero Ajromeev lo había percibido antes. El 22 de agosto supo del retorno de Gorbachov y del arresto del Ministro de Defensa Dimitri Yazov. Ajromeev no se encontró con Gorbachov. Comenzó a escribirle una carta así como una declaración para la sesión del Soviet Supremo que iba a tener lugar el 26 de agosto.
En la libreta de notas que luego se entregó a su familia había muchas anotaciones referidas a esa declaración. "¿Porqué volví a Moscú desde Sochi? Nadie me lo había ordenado. Estaba seguro de que este plan aventurero fracasaría, y a mi llegada a Moscú confirmé mis prevenciones. Pero a partir de 1990 nuestro país se encamina hacia el desastre. Quiero a Gorbachov, pero más quiero a mi Patria. Que al menos quede una marca en la historia: Hubo una protesta contra la destrucción de tan grandioso estado."
Según Natalia y Tatiana, las hijas del mariscal, su padre no parecía desasosegado el 23 de agosto por la noche. Se encontraron para la cena, para la cual habían comprado un enorme melón, y estaban discutiendo los últimos acontecimientos. El mariscal se dirigió al Kremlin a las 9 de la mañana, prometiendo a sus nietas que por la noche las sacaría a pasear. Desde su despacho en el Kremlin habló con Tatiana para que fuera al encuentro de su madre, que llegaría a las 3 de la tarde. Pero una hora después, Ajromeev había muerto.
Según se desprende de sus notas, ya había estado pensando en el suicidio el 23 de agosto, pero aún no se había decidido. El 24 por la mañana, la radio y la televisión transmitieron una declaración de Gorbachov según la cual renunciaba a su cargo de en el Comité Central y llamaba a la autodisolución del Comité Central del PCUS. Algunos de los amigos del mariscal pensaron que esa fue la gota que colmó el vaso: el método del suicidio era demasiado inusual para un militar.
El mariscal Ajromeev era un buen líder militar, muy respetado en las Fuerzas Armadas y el Partido. Había iniciado su carrera en 1941, durante la Segunda Guerra Mundial, como comandante de un pelotón de infantería de marina, y al fin de la guerra ya dirigía un batallón. En 1979-88, fue, primero, primer jefe suplente y luego jefe del Estado Mayor General, y primer ministro suplente de defensa de la URSS. Supervisó la planifiación de todas las etapas de operaciones militares en Afganistán, incluyendo la retirada.
Ajromeev fue el experto principal en las negociaciones de reducción de armamentos, y Gorbachov reconocía que sin Ajromeev, esas negociaciones hubieran sido menos exitosas. El mariscal estaba muy disgustado por la campaña antimilitar lanzada desde los medios, en 1989 y 1990, sin objeción alguna de Gorbachov. Solía plantear la cuestión en las sesiones del Congreso de Diputados del Pueblo y en el Soviet Supremo de la URSS. En muchas oportunidades, discutó estos asuntos con Ajromeev en su despacho.
La TV no informó sobre el suicidio del mariscal hasta la noche del 25 de agosto, y los periódicos dieron un informe bastante detallado el 26, citando a la Oficina del Fiscal General en el sentido de que había una investigación en marcha. No hubo necrológicas, ni siquiera después del 26 de agosto. Ni el presidente ni su nuevo ministro de defensa expresaron sus públicas condolencias por la muerte de Ajromeev.
Quien expresó la mayor tristeza por la suerte del difunto mariscal fue el almirante norteamericano William J. Crowe, quien presidía la Junta de Comandantes en Jefe del gobierno de Reagan. Crowe había estado con Ajromeev mucho tiempo, negociando diversos asuntos militares, y lo trataba con gran respeto.
El almirante trató de telefonear varias veces a la familia de Ajromeev, pero sin éxito. Finalmente pidió a algunos periodistas norteamericanos de Moscú, que él conocía, que encontraran a la esposa y las hijas del difunto mariscal y les transmitieran sus condolencias. También solicitó que se depositara sobre su tumba una corona en su nombre. El almirante W. Crowe escribió la primera necrológica larga a la memoria del mariscal A.F. Ajromeev, y la hizo publicar en la revista Time. El articulo está acompañado por una foto que presenta al mariscal Ajromeev y al almirante Crowe observando una operación de ataque aéreo durante un ejercicio. En 1991, Ajromeev preparó en forma conjunta con su amigo el diplomático Jorge Korniyenko un librito (“Visto por un mariscal y un diplomático”), que se publicó en 1992, con el nombre del mariscal en la portada, enmarcado por una caja negra.
"No soy un traidor, pero tengo miedo"
El cuerpo de Nicolás Kruchina, un miembro y administrador de los asuntos del Comité Central del PCUS muy vinculado con Mijaill Gorbachov, fue descubierto el 26 de agosto de 1991 por la mañana, sobre el asfalto y cerca de la entrada del edificio de Pasaje Plotnikov 13, donde solamente se alojaban los funcionarios de más alto nivel del Comité Central del PCUS y algunos ministros. Su departamento estaba en el quinto piso. Kruchina estaba muerto, y tanto el examen preliminar del cuerpo como el estudio posterior mostraban que se había suicidado.
Su mujer y su hijo menor estaban todavía en sus dormitorios, y todo lo que se les informo a las 6 de la mañana de ese día fue para ellos un choque tremendo. Cuando se habían ido a dormir, el marido y padre seguía en su estudio. Tenía tanto trabajo que durante los últimos días apenas si había dormido. Se encontraron, de inmediato, dos notas escritas antes de morir. Una estaba sobre la mesita ratona de la sala. La otra, más detallada, apareció mientras se examinaba el cuerpo en el hospital. "No soy un traidor, ni un conspirador," había escrito Kruchina, "pero tengo miedo..." Declaraba también su lealtad a Gorbachov. Tenía la conciencia limpia, y pedía que se hiciera saber esto al pueblo.
El suicidio de Kruchina provocó una ola de especulaciones. Había estado a cargo de las cuentas bancarias del PCUS, tanto en el país como en el exterior. A diferencia de los casos de Pugo y Ajromeev, se registraron minuciosamente todas las instalaciones donde Nicolás Kruchina había trabajado.
Su departamento del pasaje Plotnikov fue objeto de un cuidadoso registro, a cargo de un equipo de criminalistas supervisado por tres investigadores jefe de la Oficina del Fiscal General de Rusia, y con la presencia personal del fiscal del distrito Leninsky de Moscú. No se encontraron rastros de presencia de visitantes no autorizados en su departamento. Tampoco había evidencia de destrucción de papeles o de documentación de ningún tipo. Muy por el contrario, quedó en claro que después del 19 de agosto Nicolás Kruchina había llevado mucha documentación que estaba en cajas fuertes en Staraya Ploshchad (sede de la administración central del PCUS, N. Del T.) a su propio departamento. Pero todas las carpetas con documentación estaban en orden, con las inscripciones adecuadas en sus carátulas y con las firmas correctas de los más altos funcionarios. La comisión se incautó de todos esos materiales, y se llevaron todos los registros correspondientes.
La oficina de Nicolás Kruchina en el Comité Central del PCUS no era tan prolija. El 23 de agosto por la noche, un Gorbachov que estaba regresando desde Crimea solicitó de Kruchina que atara los cabos sueltos, en particular los referidos al pago de los sueldos de dos o tres meses del personal del aparato del Partido, y a la entrega de libretas de trabajo a esos trabajadores. Pero Kruchina no pudo cumplir la orden porque el gran edificio de seis pisos de la Administración, en Staraya Ploshchad, estaba cerrado. Después de su suicidio, su oficina y todas las oficinas principales del Comité Central del PCUS fueron precintadas, incluido el famoso Cuarto Número 6 del quinto piso del edificio principal del Comité Central: el despacho del Secretario General del Comité Central del PCUS que había renunciado.
Kruchina tenía vastos activos a su cargo: miles de edificios de oficinas y viviendas, centenares de casas de campo (dachas) suburbanas, docenas de vehículos, y una gran cantidad de estaciones balnearias, hoteles turísticos y hospiales. El Partido controlaba unas 200 editoriales que preparaban libros, periódicos y revistas. Otorgaba una fuerte ayuda financiera a muchos Partidos Comunistas en el exterior, financiando gran cantidad de proyectos diversos. Sus operaciones financieras no se constituían solamente a partir de las cuotas sociales o de los ingresos por venta de publicaciones. Por lo tanto, Kruchina tenía buenos motivos para esperar interrogatorios muy poco agradables, y no sólo en relación al caso del GKChP.
Afortunadamente, hubo pocas víctimas en el golpe del GKChP. Pero fueron simbólicas. Nicolai Kruchina representó al Partido; Sergei Ajromeev a las Fuerzas Armadas, y Boris Pugo, a la KGB y al Ministerio del Interior. Los jóvenes moscovitas que fueron enterrados el 24 de agosto –¡Tres también!- representaron la nueva democracia rusa. Nos ha llegado plena de fallas, defectos y errores, pero no dividió a la sociedad en Rojos y Blancos. En diversas recepciones formales del Kremlin, durante los últimos dos años, hemos podido ver no sólo a Gorbachov y Yeltsin, sino también a gente como V. Varennikov, D. Yazov, y A. Lukyanov. Hoy, todos son más viejos , pero les falta mucho para retirarse de la política. Vasily Starodubtsev y el coronel general Boris Gromov (segundo de Pugov y antes que eso un socio muy cercano de Ajromeev), son gobernadores.