dimarts, 9 de novembre del 2010

Editorial en El País (Uruguai) sobre la RDA i la URSS

Editorial

El Muro de Berlín

En el día de hoy, 9 de noviembre, se cumplen 21 años de la caída del Muro de Berlín, símbolo de lo que fue el sistema soviético imperante en la ex URSS y en sus países satélites de Europa Oriental y símbolo, también, de la división existente otrora entre el Este y el Oeste expresada en la Guerra Fría que convulsionó las relaciones internacionales a partir de la finalización de la II Guerra Mundial.

Berlín estaba dividido en cuatro zonas de ocupación: las de EE.UU., Gran Bretaña y Francia por un lado, y la de la URSS por el otro. Estaba enclavada en la República Democrática Alemana, dominada por Moscú. Se calcula que, a través de Berlín, desde 1949, tres millones de fugitivos del comunismo lograron obtener su libertad. Era, pues, una válvula de escape, literalmente, de un régimen asfixiante y fracasado. Se explica así que, en 1961, los soviéticos hayan decidido construir el fatídico Muro al tiempo que tendían, a lo largo de la frontera de la República Federal Alemana con la República Democrática Alemana, una impresionante valla electrificada, con alambradas de púa y casamatas de vigilancia.

Todo ello, obviamente, con la finalidad de evitar la fuga de mano de obra calificada que buscaba mejores condiciones de vida y de trabajo en el occidente.

Pero el Muro cayó en 1989 luego de separar, durante 28 años, dos culturas, dos economías, dos países e innumerables familias. Su permanencia era ya insostenible -tal como quedó probado al prescindir Gorbachov de toda intervención soviética para evitar su desmoronamiento- como insostenible era, igualmente, la situación interna de la URSS. Entre septiembre y diciembre de 1991 dejó de existir dando paso a la CEI (Comunidad de Estados Independientes) compuesta por 12 de las 15 repúblicas que la habían integrado anteriormente (Lituania, Letonia y Estonia ya se habían independizado).

Como dijo Gorbachov, el último presidente de la URSS: "Al estar llegando la libertad a nuestra casa, la Unión Soviética no estaba en posición de impedirla a sus vecinos y aliados del Pacto de Varsovia. Hacia 1988 comenzamos una reforma política que, al final del día nos trajo libertad de elección. Esto mató al sistema. Simplemente, el modelo social de los bolcheviques fracasó, como cualquier modelo que niegue los derechos individuales, los derechos a la propiedad, a la libertad intelectual y a la libertad de los partidos políticos en competencia. La libertad de elección fue el factor clave que llevó a la caída del muro"

La mera existencia del Muro demostró, durante una generación entera, que el comunismo constituía una inmensa cárcel destinada a colapsar en cuanto se abriera una grieta de libertad, que rápidamente se ampliaría. Europa estaba aprendiendo la lección.
Una revolución liberal empezó a extenderse a partir de 1989.

Aprendió que no era el mito de la verdad colectiva el que debía guiar a sus países hacia el futuro, un mito basado en dogmas arcaicos. El verdadero objetivo pasaba a ser la libertad individual concreta, el auto gobierno, la igualdad hacia arriba.

Comprendió que el capitalismo no era un ideal sino una herramienta metodológica y que, como decía un chusco, el comunismo es la transición más dolorosa del capitalismo hacia el capitalismo...

Todo esto también lo aprendió Rusia, con la perestroika (reestructura) y la glasnot (transparencia) que constituyeron el meollo de las reformas instauradas por Gorbachov y una valiente apertura que colocó a su país entre las naciones modernas.

Y también lo aprendió el pueblo alemán al bregar por su reunificación, finalmente obtenida. Un pueblo que había sido el protagonista agresor a lo largo de las dos cruentas guerras mundiales del siglo XX pero que, con el "milagro alemán" -un desarrollo ejemplar en todos los ámbitos de la actividad humana- mostró de qué es capaz el esfuerzo integral de una nación cuando está guiado por una auténtica creatividad y cuando ésta se desenvuelve en medio de una libertad plena.