“….Ya en épocas remotas -existen en este sentido textos del siglo VI antes de Jesucristo- se afirmaba como verdad indiscutible, que la estirpe determina al hombre, tanto en lo físico como en lo psíquico. Y estos conocimientos que el hombre tenía intuitivamente -era un hecho objetivo que los hijos de “buena estirpe” superaban a los demás- han sido confirmados más adelante por la ciencia. (…) …ya nadie pone en tela de juicio que el hombre es esencialmente desigual. No solo desde el momento del nacimiento sino desde el propio de la fecundación (…) El hombre después, en cierta manera nace predestinado para lo que habrá de ser. La desigualdad natural de hombre viene descrita en el código genético. (…) Por eso, todos los modelos, desde el comunismo radical hasta el socialismo atenuado, que predican la igualdad de riquezas (…) son radicalmente contrarias a la esencia misma del hombre, a su ser peculiar, a su afán de superación y progreso y por ello, aunque se llamen así mismos “modelos progresistas”, constituyen un claro atentado al progreso, porque contrarían y suprimen el natural instinto del hombre a desigualarse, que es el que ha enriquecido el mundo y elevado el nivel de vida de los pueblos, que la imposición de esa igualdad rebajaría a cotas mínimas al privar a los más hábiles, a los más capaces, a los más emprendedores…de esa iniciativa más provechosa para todos que la igualdad en la miseria, que es la única igualdad que hasta la fecha de hoy han logrado imponer…”
El Faro de Vigo (1983)